Odio la porcelana de cuento de hadas

Detesto cuando algo de tanto darle y darle se empieza a astillar. Así es un tema cualquiera, así es la porcelana, así es el corazón. Me da rabia infinta pensar que la vida se encargue de devolver las cosas que uno mismo ha hecho… tengo pánico escénico de pensar que mi corazón (así pequeñito y todo como es, consecuencias del robo a mano armada que hizo el caballero hace tantos años) esté siendo utilizado como «escudo protector» de otro corazón que se parece al mío. Me duele porque se que mi corazón no es fuerte… me gustaría que lo fuera y ofrecerme como heroína de cuento a proteger corazones que sienten miedo de la soledad, que sienten miedo de verse perdidos. Me gustaría definitivamente que la porcelana fuera como el diamante… bien durita… pero mi corazón, hecho no más que de arcilla se ve aporreado por cualquier mal viento, por cualquier palabra despistada mal dicha por ahí… o por cualquier palabra que nunca se dijo. Tengo miedo (como para variar) y este espacio se ha convertido en un confesionario ridículo de una princesa decadente que debería estar durmiendo como se le dijo hace mucho tiempo… pero ella es terca y no hace caso, se despierta y asoma la cabeza creyendo que de verdad los cuentos de hadas sí existen… pero hay situaciones que simplemente parecieran disfrutar de la quema de bosques mágicos espantando cualquier idea de final feliz del cuento de la princesa.

Bueno pero eso sí de una cosa estoy segura: los príncipes – a diferencia de lo que pensaba hace tiempo- sí existen. Son seres pequeñitos con cuentos en la boca, con risas de grandes O y ojos pequeñitos, rodeados de humo mágico como la oruga de Alicia, vestidos de color azúl, de corazón azulado (tirando a gris), de manos grandes, de ideales imposibles, de ternuras infinitas… Lo que pasa es que al ser de la misma naturaleza de las princesas, sufren de ataques de pánico, de sensibilidades absolutas, de caritas tristes en momentos inesperados. Los príncipes y las princesas se la pasan llenos de dudas (que pereza), llenos de intranquilidades y sensibilidades exageradas con pensamientos eteeeernos demasiado complejos para que existan en la cabeza de un personaje de cuentos… no se cómo diablos entonces todos los putos cuentos que me hicieron leer, que me leí, que me aprendí, que memoricé, lograban terminar con un «y vivieron felices por siempre».

4 comentarios sobre “Odio la porcelana de cuento de hadas

  1. Estimada Maga,
    Seguramente los cuentos que te pusieron a leer terminaban así de felices, pero también debes pensar en que la felicidad solo es un estado… La felicidad se vive intensamente en el momento: aunque después se pueda vivir «feliz»: Qué paradoja tan absurda…

    Los principes pueden existir, inclusive, pueden estar asustados, a pesar de sus vestidos protectores. Ellos solo quieren estar bien siempre, para poder abrazar sin temor a su princesa DORADA.

    Seguramente esto que te esté pasando, alguna vez te debió haber pasado. La gente suele repetir sus historias si no cierra ciclos. Por eso algunos principes deciden bajar sus armas y buscar cerrar círculos, que le permitan abrir otros bien.

    Entre batalla y batalla, la guerra van ganando

    A mi me gusta mucho lo que dices. Parece que hubieras empezado con mucha rabia, pero despues tu tono conciliador encanta definitivamente.

    Saludos

    Pedro Ramírez

  2. Maga Divina,
    Siento en tus palabras, que no te has dado cuenta que el corazón de las princesas tienen un destino único……ser protegidos….por esta razón muy seguramente no son muy grandes……Aunque tu corazón es de los más grandes que conozco….. y créeme si te digo que no siempre son los príncipes de los cuentos los verdaderos héroes, a veces el héroe puede ser hasta un simple mono…aunque de eso nunca se ha escrito.

    …..como te darás cuenta no soy el mejor de los escritores.

    Un abrazo,
    Sun Wukong

  3. De pequeñito nada y de frágil menos!
    Tienes un corazon bien grande y fuerte. Eso se te nota!
    Ademas, aunque fuera de porcelana, pasaría con el lo que sucede con los porcelanistas japoneses. Una vez han terminado su obra maestra, un jarrón de porcelana, lo botan al piso y lo rompen en mil pedazos, y luego unen los pedazos con filigrana de oro dando como resultado un jarrón aún más hermoso y valioso que el anterior. Asi podría estar tu corazón, que por cada desencanto, por cada tristeza, por cada sufrimiento, es remendado con una fina filigrana de oro, que no permita que se desangre!

    Tenes toda la razón! Los principes y las princesas son de carne y hueso, con sus propios miedos y pánicos. Tal vez el final feliz podria residir en que nunca les dé el ataque de pánico al mismo tiempo, de tal manera que cuando uno de ellos es atacado por esta nefandas ideas, el otro se encarga de pasarle el brazo por el cuello y hacerle recostar su cabeza contra su pecho mientras le acaricia el cabello y le musita al oido palabras quedas de animo y alegrias y futuros llenos de felicidad! Y es en esos momentos donde el ideal revive y el corazon palpita resurgiendo de su agonía.

    Animo princesa, el campo de batalla del ideal, pleno de alegrías y tristezas te espera! Tu venceras porque un ideal corre por tus venas!

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